lunes, 12 de marzo de 2018

DOMINGO IV DE CUARESMA

COMENTARIO AL EVANGELIO
    
    Resulta verdaderamente llamativa la comparación entre la serpiente y Jesucristo. Por un lado, la serpiente, que ya aparece en el mismos génesis como el tentador, como aquel que intenta apartar a los hombres de la voluntad de Dios, es visto durante el éxodo, en el pasaje que se cita en el evangelio como el castigo por el pecado. El pueblo murmura contra Dios y a consecuencia de esta murmuración las serpientes venenosas lo atacan produciéndole la muerte.
    Esta visión negativa de la serpiente está relacionada con otro hecho muy presente en los profetas. A serpiente era el signo utilizado para representar a los dioses cananeos, permanente tentación para los habitantes de la tierra prometida. Éstos, que habían sido liberados de Egipto e introducidos en la tierra prometida por el poder de Yahveh,  no tardan en ser infieles a su señor y apartarse de la religión de sus padres. Buscan la satisfacción de lo inmediato y no resisten los silencios prolongados de Dios. Por eso construyen no pocas veces santuarios a los baales, representados por la serpiente. Esta será la causa de su ruina, puesto que se apartan de su fuente que es el Dios vivo y verdadero, para acudir a los ídolos.
    Sin embargo, la promesa de Jesús irrumpe como una buena noticia. El poder de Dios es tan grande, que puede convertir las consecuencias del pecado en causa de salvación. La serpiente consecuencia de la murmuración de los israelitas, representada ahora en bronce se convierte en causa de salvación para todos los que la miran. Pero aquella serpiente es imagen de Cristo.
    Por un lado, Cristo crucificado nos coloca ante los ojos la fuerza del pecado.. La maldad del pecado se manifiesta en sus consecuencias más tremendas cuando provoca el sufrimiento y la muerte del inocente. La muerte de Cristo es la consecuencia más brutal de nuestro pecado.
   Pero, al mismo tiempo, la cruz de Cristo es fuente de salvación porque nos muestra el poder del amor de Dios, que se mantiene firme hasta la muerte y más allá de ella. Ese amor tiene un poder liberador sobre nosotros.

DOMINGO DE RAMOS